Hacer una pausa
Basilio Martínez
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Regresar a casa con el ánimo desgastado por el
andar del día. Hacer una pausa y recostar el espíritu molido por la fatiga
sobre el sofá. Recordar el día anterior. Precisar como al igual que en la
bombilla eléctrica, la resistencia del placer es vencida por los absurdos
tirones que el orden colectivo le ha dispuesto. Tratar de encontrar un momento.
Una porción de ausencia en el tiempo. Al menos una bocanada de olvido dispuesta
sólo para nosotros, capaz de suspendernos en una burbuja, hasta en tanto no se
disuelva con el aire. Recurrir a la instancia más cercana, tomar el control de
la televisión e iniciar el <<zapping>>. No detallar lo
vivido. No sentir demasiado. No dejarse llevar. Vivir al día. A renglón
seguido. Entre paréntesis. Para al final, bajar los brazos inevitablemente.
Sentir. Sin hacerlo demasiado obvio. Sentir desde adentro: Una llovizna de
alacranes; Un fuego; Un granizo que revienta al tocar fondo; y decir: Te
moriste Maestro. Así nada más. Sin citas textuales. No te conocía cuando ya
escuchaba a una mujer madura decir que cada vez que leía <<los
amorosos>> lloraba. Después, la profunda sencillez de tu palabra se
dejó escuchar por mi oído – Todavía no sé en que lugar puedo llorar, sin
escucharme reprendido por mi temor a la cursilería – Pero la angustia llega y
se sienta en mi pecho para mirarme como se mira el atardecer. Para guardarme
compañía. Para decirme que murió Jaime Sabines.
Mañana, volverá el
amanecer y no habré encendido una vela en tu memoria. Sólo leeré tus versos
para convencerme de lo que siempre supe: Aún cuando te has ido, estás más vivo
que muchos de los que en el mundo respiran. Volveré entonces a leerte. Así,
abrasaré mi alma hasta que el tiempo se agote.
Aquilón: Suplemento con motivo de la Muerte de Jaime
Sabines (1999).
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