martes, 16 de abril de 2013

Escribir no decir...


D

eber…
<<Sin tener facilidad para elaborar discursos y no manejar la oratoria o algún dominio de la retórica. Deseo agradecer a los administradores la generosidad de Alfred Nobel por este premio.
Ningún escritor que conozca a los grandes escritores quienes no recibieron el Premio puede aceptarlo sino con humildad. No es necesario listar a estos escritores. Cada uno aquí podrá hacer su propia lista, de acuerdo a su conocimiento y a su conciencia.
Sería imposible para mí solicitar al embajador de mi país leyere un discurso en el que un escritor dijo todas las cosas que están en su corazón. Las cosas podrían no ser discernibles inmediatamente en lo que un hombre escribe, y en ello, algunas veces se es afortunado, pero eventualmente se vuelven bastante claras y por ello y el grado de alquimia que posea perdurará o será olvidado.
Escribir, en el mejor de los casos es una vida solitaria. Las organizaciones de escritores mitigan la soledad del escritor pero dudo si mejoran su escritura. Crece en estatura pública mientras derrama su soledad y frecuentemente su trabajo se deteriora. Toda vez que hace su trabajo sólo y si es un escritor suficientemente bueno debe enfrentar la eternidad, o la ausencia de ella, cada día.
Para un verdadero escritor cada libro debe ser un nuevo comienzo en el que intenta de nueva cuenta algo que está más allá de lo asequible. Debe intentar siempre algo que no haya sido antes hecho o que otros hayan intentado y fallado. Entonces algunas veces, con mucha suerte, tendrá éxito.
Qué sencilla sería la escritura literaria si sólo fuese necesario escribir de otra manera algo que ha sido bien escrito. Es debido a que hemos tenido estos grandes escritores en el pasado que un escritor es dirigido más allá de donde pueda ir, allá donde no puedan ayudarle.
He hablado demasiado para un escritor. Un escritor debe escribir lo que debe decir y no hablarlo. De nuevo les doy gracias. >>

Ernest Hemingway: Discurso del Banquete 1954.
Traducción: Basilio A. Martínez Villa.



domingo, 7 de abril de 2013

ELEVADA ENCOMIENDA...


UNA ENCOMIENDA ELEVADA...



Estimado profesor:

Él deberá aprender que no todos los hombres son justos, no todos son sinceros. Pero enséñele también que por cada bribón hay un héroe, que por cada político egoísta hay también un líder generoso.

Enséñele que por cada enemigo habrá también un amigo. Tomará tiempo, lo sé, largo tiempo, pero enséñele, si le es posible, que vale más un dólar ganado que cinco encontrados.
2

Enséñele a aprender a perder, pero también a saber disfrutar de la victoria. Apártelo de la envidia, si le es posible, enséñele el secreto de la risa silenciosa.

Enséñele, si le es posible, la maravilla de los libros. Pero también dele la tranquilidad para que se maraville del eterno misterio de los pájaros en el cielo, las abejas al sol, las flores en la pradera.

En la escuela, enséñele que es mucho más honorable reprobar que hacer trampa.

Enséñele a ser amable con la gente amable y duro con los duros.

Enséñele a escuchar a todos los hombres…pero enséñele también a filtrar todo lo que escucha a través del manto de la verdad y tomar sólo aquello bueno que lo atraviese.

Enséñele, si le es posible, como reír cuando esté triste. Enséñele que no hay vergüenza en la lágrima.

Enséñele a ofertar su fuerza física y su cerebro al mejor postor, pero a nunca poner precio a su corazón y a su alma.

Enséñele amablemente pero no lo consienta, porque sólo el fuego forja al acero fino.

Enséñele siempre a tener fe sublime en sí mismo porque así él tendrá algo de fe sublime en la humanidad.

Éstas son encomiendas elevadas, pero vea lo que puede hacer.
Es tan buen muchacho, mi hijo…



Abraham Lincoln: Carta al Profesor de su hijo. (1830)
Traducción: Basilio A. Martínez Villa.


miércoles, 20 de febrero de 2013

Estabas tú con tu seno desnudo


Estabas  tú   con  tu   seno  desnudo
estaba  yo  con  mi  costado  abierto
éramos herida viva y respirábamos
tumbos y sollozos         y allí estabas
abierta  como   mi  herida  tu  mano
resbaló por mi costado      y tu seno
abierto sobre mí desnudez jadeante
éramos  herida viva y respirábamos
ardiente   yerbabuena  ensimismada
y estabas allí     caminando desierta
con tu herida desnuda                y yo
con mi costado abierto    por tu seno
herido estaba        allí       respirando

Basilio Martínez: De Menguante (inédito, 2012)


domingo, 10 de febrero de 2013

Cisne que estremece con su canto: Hanni Ossott


Cisne que estremece con su canto:
Frontera de la voluntad
Hanni Ossott (1946-2002)

Por Basilio A. Martínez Villa

Moleis en los molinos de la muerte, la blanca harina de la promesa.
Paul Celan: Tardío y Profundo

            La Poeta Venezolana Hanni Ossott pertenece a la generación de autores de este país contextualizados por Yolanda Pantín y Ana Teresa Torres, como perteneciente a la década de los setentas. En ese período – acorde a estás autoras – la actividad poética en Venezuela se destacan dos tipos de reacciones primordiales i) aquellas que trascienden los límites del Yo privado, puestas de manifiesto en poemas de factura breve; o bien, en poemas llenos de significaciones con cierto hermetismo y privilegiando los elementos de la palabra poética y; ii) las que se dedican a la consagración de lo propio femenino; es decir, la búsqueda de una identidad fuera de lo que denominan falogocentrísmo.
            Sitúan así a Ossott dentro de la primera reacción; toda vez que su forma de expresarse es líricamente elevada y con alto contenido existencial. Poesía en la que predomina el miedo; el haber sido lastimada en y por la vida; un posicionamiento desde la negación; la disolución de los sentimientos y la invalidez.
            En la poesía de Hanni existen altos registros referidos al abandono de Dios y de una genealogía altamente femenina. Siempre está presente el reclamo amoroso al otro y el desprecio por aquellos que ejercen la fuerza o coacción en su contra de diferentes formas.
            El presente comentario a la poesía de esta autora Venezolana se realizará a partir de tres de sus textos incluidos en El Hilo de la Voz: Antología Crítica de escritoras Venezolanas del siglo XX. (Venezuela: Fundación Polar, 2003). Trabajo a cargo de las autoras indicadas en el apartado inicial de este texto. Los poemas sobre los que trabajaré serán: El estanque, que pertenece al libro Casa de Agua y Sombras (Caracas: Monte Ávila, 1992), El Libro que exigías y La Flor Ganada a su vez pertenecientes a El Circo Roto (Caracas: Monte Ávila, 1996). El orden que se seguirá el comentario será el que se consigna; toda vez que así aparece en la antología referida, aunque se debe precisar que si bien los dos últimos poemas que se comentan han sido publicados en 1996, fueron escritos en 1991, un año antes del primer poema que se comentará.
            La pretensión de este texto no es otra que efectuar una serie de reflexiones a partir de los poemas que presentados. Quien comenta estos textos se asume, antes que nada, como lector de poesía. Como tal y desde esta perspectiva se abordarán, señalando aquellos aspectos que surjan consecuencia de la experiencia de acercarse al poema. De manera simultánea e inevitable acudiendo a los elementos a su alcance que permitan clarificar dicha experiencia, a efecto de lograr una mejor expresión de las ideas propias.
            Antes de señalar aspectos de contenido más detallados en los respectivos textos, se debe mencionar que  en cuanto a la forma, se emplea en los poemas el verso libre, no existe el manejo deliberado de combinaciones de versos de cierta extensión silábica; pero ello no implica ausencia de elementos formales predominantes. Sí se deben destacar en cambio otros elementos formales presentes dentro del esquema de construcción de la autora; tienen un peso importante: i) la puntuación, ii) el manejo de los espacios sobre la superficie visual, que se traducen – al momento de leer en voz alta – en silencios, cualidad significativa; toda vez que las pausas otorgan mucho del ritmo interno al poema, o bien, la cadencia distintiva en los momentos de cada uno de estos tres poemas. Por los momentos me refiero a las etapas que dentro del poema permiten diferenciar contenidos y emociones, que al ser agrupadas en el todo, otorgan un sentido unitario al texto.
            Iniciemos con El Estanque. En este poema se perciben tres momentos esenciales, cada uno con una significación propia, pero no necesariamente autónoma; toda vez que cada uno constituye un aspecto complementario del poema. En un primer momento nos dice la autora:

Mi infancia es hoy un gran estanque
donde me miro
en su fondo verde liquen
piedras alcanzadas por el musgo
peces de rara y brillante especie

            El elemento esencial y obvio es la infancia, pero ésta es una evocación y como tal constituye un reflejo. Reflejo que es símbolo de transparencia, de pureza y profundidad; ya que en su interior se ve fondo. El estanque, que permite a la autora verse a sí misma está además habitado por elementos de especie rara y brillante, cualidades que son constitutivas de su infancia, el estanque y la infancia son la misma cosa objeto de la memoria. Pero a diferencia de Narciso, que hubiese vivido largo tiempo sí no llegaba a conocerse a sí mismo, según sentenció Ovidio, y al descubrir su reflejo se quedó prendido de su imagen superficial y languideció hasta morir; en Ossott destaca todo aquello que trasciende al mero reflejo de su imagen.
            El segundo momento:

Yo hundo allí mis manos
y agito las aguas
para alcanzar una sombra
                                                               siempre evanescente

            En tanto que el primero, es un momento situado en el presente, de carácter meramente contemplativo; es decir, pasivo. En el segundo, situado en el mismo tiempo, encontramos una acción: Las manos entran en las aguas y las agitan, con una sola pretensión; alcanzar un objeto que en sí mismo es inasequible, se trata de una sombra. Hay un intento fallido de asirla. Si al menos permaneciera. Si tan sólo se conservara. Pero esta sombra posee una cualidad adicional: se esfuma siempre; esto es, se trata de un objeto por naturaleza inasible, que además siempre se esfuma. Hay una doble disolución, situación que acentúa ese estado de imposibilidad.
            Si bien es cierto que la voluntad y las manos no son elementos suficientes para alcanzar esa sombra; sí otorga algo a cambio:

El estanque me devuelve el cielo, las nubes
                                                                          cielo y tierra en él se besan
                                                                                                                       confluyen.


            Estos versos inauguran el tercer momento del poema, describiendo aquello que el estanque sí otorga: un cielo y sus elementos. Vuelve esa pureza y transparencia de la que ya hablamos. Es la infancia, la inocencia recuperada. Otorga también el elemento opuesto del cielo: la tierra. Por contraste, otorga lo que no es transparente, lo impuro, lo imperfecto. Pero allí – en el estanque – ambos están en armonía.
            Es este el único sitio en el que hay una conjunción del elemento temporal y aquel que lo trasciende. El cielo y sus nubes no son sólo elementos físicos, poseen un sentido más profundo que armoniza con el plano temporal. ¿Estaremos acaso en presencia del elemento espiritual?
            De cierto se sabe que es la infancia la que permite la armonía, pero no hay que olvidar que todo esto es un reflejo, una evocación. Así llegamos a los versos complementarios de ese momento, que a su vez son el final del poema, en los cuáles Ossott – a manera de conclusión – dice:

Yo dibujo allí una imagen, la sueño
                                                                   más no la alcanzo.

            Esa armonía, ese lienzo sobre el cual se puede dibujar y soñar. ¿Qué objeto?¿Una sombra? Que importa. Es inalcanzable. Es algo que ha sido negado, que está vedado, que no puede ser apropiado. Es algo que está en otro tiempo. La ruptura queda establecida. Algunos sueños son complementarios de la existencia real, cotidiana; en ellos, el niño que no pudo disfrutar su golosina durante el día, la sueña y así sacia su apetito. Éste no es el caso. Aquí estamos en presencia de un reflejo, de una manifestación onírica que si bien nos ofrece un panorama hermoso, paradójicamente es inalcanzable. El deseo no se sacia. El abismo permanece. La herida continúa abierta.
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            El libro que exigías, está dedicado al esposo de la autora. Terrible motivo para cualquier individuo salir del anonimato bajo la circunstancia descrita. Se trata de un poema de largo aliento cargado de emociones contrapuestas. En este texto se identifica una estructura bastante más compleja. Temas cargados de ironía, de autoafirmación, de miedo, de duda, entre otros elementos que iremos destacando. Inicia:

Déjame ver
déjame ver lentamente
sobre que será mi último libro…

            Este primer momento, prepara el motivo del libro. Hay una búsqueda desde el inicio, pero esa búsqueda no es real. Al menos, no son reales las razones que se aducen en el planteamiento inicial. Pero eso no puede saberse por completo desde el principio, como escribe el poeta José Ángel Valente sobre la comunicación en la poesía al poeta no le interesa lo que la experiencia pueda revelar de constante sujeta a unas leyes, sino de carácter único, no legislable. (…) de ahí que el proceso (…) sea un movimiento de indagación.[1] 
            Se manifiesta a través de una disertación, misma que se terminará de estructurar en versos posteriores. Ahora bien, toda disertación como tal, es antes que nada reflexión. Sobre cualquier tema, pero con sentido ambivalente. En toda reflexión se pueden buscar razones para afirmar, pero también se las puede buscar para oponerlas, para rebatir un punto y en la negación afirmar de nuevo. El tercer verso del fragmento citado culmina en puntos suspensivos, lo que implica que la autora no sabe con certeza cuál es el tema apropiado, pero el cuarto verso inaugura la ironía. La disertación continúa, pero ahora se aducen razones patéticas y de reclamo, al menos de denuncia:

Si sobre tus estertores o el fracaso en la caricia
déjame pensar
si será un ridículo bolero

            Ironía manifiesta, ninguna de las anteriores es razón contundente para ser motivo del siguiente libro ¿o sí? La forma de presentarlas las muestra como razones fútiles; pero justo después de ello, aparece un elemento constante, distinto de los anteriores, colmado de honestidad y que desvela un plano más profundo de acotación de motivos:

                                   - o sólo una espina
de las buenas
de las clavadas hasta lo último de la intimidad

            Así, el primer momento del poema se puede dividir en dos partes: i) aquella donde los motivos que se aducen son de carácter irónico y patético, pero que además se encuentran en un plano meramente sensible: estertores, fracaso en la caricia, ridículo bolero. Todos ellos además insuficientes, se sitúan en un plano de los sentidos, ya del tacto, ya del oído, pero siempre en un plano sensitivo. ii)A partir del séptimo verso, se deja de acudir a razones meramente sensibles, se va más allá, se habla de la espina, de la que va hasta lo último de la intimidad. Recurso literario que sonoramente da un sentido de dirección y de límite. Intimidad, como zona espiritual reservada de una persona. Razón que trasciende el plano de los sentidos, que va a un plano más profundo y que – a diferencia de las primeras – se antoja verdadera. Se pone de manifiesto un objeto punzante que atraviesa y que es causa:

Mi alma ahora vuela
                                               canta. Y está muerta.
Minotauro: me he deshecho al fin de ti.

            La intimidad es la llave al alma, que se eleva, cisne que estremece con su canto en la frontera de la voluntad y la muerte. Cenzontle que antes de morir eleva su ruego de ave real. Se canta y se muere. La liberación tiene un precio: la vida. Hay muerte, la propia y a la vez liberación. Liberación de aquel monstruoso devorador de doncellas que asfixia, que asesina. Muerte por muerte, pero en ésta última libertad. Y con ella, auto afirmación, una vez fuera del yugo, se toma conciencia propia:

Soy una sandalia, danzo, escribo
escribo todo al borde del universo y los bordes de mi cuerpo
soy universal
                             lo sé, lo sé…
                            ¡Tan profundamente!
Mi alma no tiene límites ni nombres
                                    sagrada
                                    me despliego
                                                              hacia el eterno mar
                                                                                                      bañada

            Así se integra la trinidad: Alma devorada-Muerte Liberadora-Afirmación de sí misma. Oficio de sangre que conforma y confirma. Triunvirato en el que se libera al alma, al precio de la muerte. Deceso que la libera y afirma en sí misma. Facultad para el propio reconocimiento: llamarse objeto, acción, escritura. Certeza absoluta de sí misma que la vuelve universal, etérea en los bordes de su propio cuerpo. Trasmutación en materia divina, digna, venerable en un espacio y tiempo que no termina. Y termina aquí el segundo momento.
            El tercer momento se sitúa en un presente, que a partir de un recuerdo y de una exigencia configura un instante amargo, que da origen al llanto, que duele, que hace daño y por lo tanto:

Lloro, sí, lloro
                            la luna es esplendente
                 y yo lloro
                                                                 por ese absurdo libro que exigías.     

            El dolor está presente, hay algo que hiere. Esa espina que atraviesa y va hasta lo más profundo sigue clavada. El universo tiene límites no sólo corpóreos sino temporales, la herida no ha sanado. La exigencia tiene cuerpo de libro absurdo. El instante doloroso subsiste y con éste, el llanto. La afirmación de sí misma, alcanzada en ese proceso de liberación del alma, a pesar de su contundencia aparente, no es definitiva, es una forma que viene de la muerte y es muerte en sí misma y quien canta la padece, pues al ser en vida – aún está viva la voz, la herida sigue abierta – por lo tanto duele y hay llanto.
            En este momento me gustaría enlazar algunos fragmentos de la poesía de José Ángel Valente en su libro Al dios del lugar, que me parecen oportunos, de manera fragmentaria afirma cómo hay un requerimiento a escribir, que a su vez lo confirma a sí mismo: Escribo,/escribes sobre sombra, sobre cuerpo, donde/viene la luz a requerirte oscura./Oscuro es como la noche el canto.
            No hay en el momento de crear, en el momento presente, un momento diáfano; pero subsiste la poesía; que si bien oscura, inexorable. Hay un requerimiento que viene de otro sitio y que exige. Pero a la vez hay un deseo. En la Poeta Hanni Ossott, se manifiesta con claridad. El deseo de pasar página, de que el suplicio llegue a su fin. Deseo que en su dolor sólo pueda acudir a razones ajenas, que no le son propias.

Mañana será otro día – dice Scarlett O’Hara
Pasa la página – decía mi padre

            Inmediatamente después hay un cambio de actitud, no necesariamente cambio deseado. Sigue anclada en el presente, la fragata que parte hacia el olvido encallada en la hojarasca del deseo, aún no ha partido, pero se dibuja al menos el camino a seguir:

Tocaré la tierra con mis puños
                                           besaré sus resquicios
                                           sus oquedades
                                           sola, con el gato,
                                            rezaré a un dios
y elevaré mis plegarias
                                            por los amigos
                                            los raros
                                            los misteriosos
                                            los que no se entregan a mí
                                            los que me temen

Hay muchos libros que vendrán
                ¡Tanta palabra escrita!
                ¡Tantos personajes y sus mitomanías!
                ¡Tantos temas!
                 y la luna ilumina para plegar…
                                                                      - pero no me obligues a leer más…

            En los anteriores versos hay una acción futura, producto inmediato – reacción acaso – del instante del llanto. Se muestra determinación cargada de soledad, furia y desesperanza. Hay un clamor. Se busca amparo, elevar una plegaria. Hay dolor, rabia y una petición. No por sí misma sino por otros, no necesariamente para otros, sino para ella misma. En la negación de los actos de otros hay una consecuencia inmediata en sentido positivo para ella. Lo cual ayuda para clarificar porque antes invoca razones de otros, ajenas, porque en el otro yace un deseo propio. Los que no se entregan: para que lo hagan; los que la temen: para que dejen de hacerlo. En el último párrafo de este fragmento, hay una respuesta a la pregunta inicial, a aquella interrogante indirecta e irónica, a la búsqueda que da nombre al poema. Habrá muchos libros, pero a un precio: Ausencia de coacción.
            Después de haber respondido finalmente a la pregunta irónica del inicio, de haber desentrañado el sentido verdadero de la respuesta, la poeta se plantea la pregunta auténtica, aquella que no posee sentido alguno de ironía y que se dirige a la más elevada instancia – acaso la última - :

Oh Dios ¿qué soy?
¿qué hijos daré?
¿qué mounstros?

Sólo un grito lánguido
Solitario
Casi como una pena
                                    Se impone

            La duda legítima por primera vez aparece, después de haber descubierto la causa del llanto, después de haber respondido la pregunta sencilla, asoma la compleja. ¿Saldrán criaturas que exigen, que clavan espinas hasta lo profundo?¿Soy yo eso? La respuesta no existe.
            Valente de nuevo: La criatura/salida de mis manos/alzo los ojos ciegos, dijo: (…)/ - ¡Dime, dime!/(pero jamás podrá comprender mi palabra)
            De nuevo no hay respuesta y si la hubiese sería indescifrable. En Hanni Ossott solo hay un grito que se impone. La fuerza de nuevo aparece y viene de más allá, de la instancia a la que se acudió y lo abarca todo y lo responde todo. No hay panorama, hay un sonido y es violento y se impone. Se corona la ausencia. La incertidumbre de lo que se es y de lo que nacerá de ese ser.

Mis mañanas son tenues
              en el perfil de mi ventana
              hay un amor
              rico
              excelente
              sin exigencias de libros.

No, hoy no quiero
leer ni escribir
sólo quiero nadificar
o pensar holgadamente y a nadificar de nuevo.

            La calma vuelve después del exorcismo, se vuelve al presente cercano, se posiciona el punto de equilibrio, aquel donde hay amor, sin coacciones, sin exigencias de libros. Sin exigencia alguna. La culminación de la liberación verdadera, sin muerte, la que transcurre sin tener que rendir cuentas a nadie. Sin imposturas. De mañana, un amor sin exigencias.
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            La flor ganada es un poema construido en lenguaje coloquial; pero cargado de elementos significativos, que indudablemente podrá ser abordado de múltiples formas, he aquí sólo una de ellas:

Escalo montañas
Soy una alpinista
En búsqueda de la prístina flor
                                                       Edelweiss

            Nuevamente en el motivo la búsqueda. Ya no de una respuesta en el sentido de un período, de un panorama, sino que se ha materializado en un objeto: Una flor. No cualquiera, la prístina flor, la primigenia, la vuelta al origen. Distingue uno de los elementos constitutivos del mito: el de memoria primordial. Y la combina con un reto y deseo personal que se confunde entre aspiración y logro personal de ascender hasta un olimpo, sitio de dioses, digno sólo de ellos – en este caso de ella: Una Diosa – vino que se torna sangre y levadura que se hace cuerpo:

Mi ansia es un cielo alto
                            rocoso
                                                  pleno de dioses

Mi amor
mi amor
mi amor
                                    es una utopía

            Aún aquí, subsiste algo inalcanzable, el amor. Hay una referencia al origen y a lo inalcanzable aquello que Mircea Eliade describe como acontecimiento primordial.[2] Función fundacional y legitimadora. Es decir, la reconciliación con aquello originario previo a nuestra propia existencia. Necesidad de dar, de darse en explicaciones totalizadoras para convencernos de que es necesario cambiar de dirección; nostalgia del absoluto en términos de Steiner. Toda la tarea se inicia con una aspiración sustentada en el mito, es un afán de dar sentido, es la lucha contra el sin sentido:
-            Edelweiss
la florecilla apasionada
entreverada entre las rocas
cada paso de mis brazos y mis piernas
es un llamado
cada resbalón, una pérdida
sudo
me acuerpo
miro hacia el vértigo
y trato de no mirar.
Asciendo, asciendo hacia la flor
y cuando allí está
la arranco
y la guardo en mi bolsillo como esperanza

                        Y una vez colmado el deseo, una vez que se ha caminado por donde sólo las divinidades lo hacen, se regresa a otro punto de origen, más carnal, más inmediato; pero…el amor, el amor es utópico, es inalcanzable, entregar la flor, el producto de ese trayecto triunfal. Es el reconocimiento de que aunque la condición divina ha sido alcanzada, al menos durante un breve tiempo, la carne y el deseo nos arrastran, subsiste el deseo, la voluntad de compartir el premio obtenido, pero ¿quién? No hay certeza de nuevo, no se sabe a quién ofrecerla, pero el deseo de hacerlo está vigente. No hay afirmación contundente que lo establezca, pero sí la pregunta:

Luego viene el descenso
¿quién merece la flor?
¿qué hombre la merece?

            Buena pregunta. ¿Qué más se puede decir?
            Situada desde la fragmentación Hanni Ossott, altamente deliberada, pero nunca ajena a la experiencia estética, plasma con sentido una forma más de la existencia.
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Salamanca, España-Mexicali, BC, México
Invierno 2013


[1] VALENTE. José Ángel, Conocimiento y Comunicación. En <<Las palabras de la tribu.>>  Tusquets. Barcelona 1971. pp. 21 ss.
[2] ELIADE. Mircea, Mito y Realidad. Kairós. Barcelona 1999. p.121










jueves, 7 de febrero de 2013

Inmolación

Yo no va a cantar. En su textura no se canta. Ni se
danza. Paralítico está este texto.

ANNA BECCIU: Ronda de Noche

Filo dulce álgida llama son estas palabras
como tu espalda superficie ardiente
vida que no tiene sombra
tinta que se confunde con la sangre
que se consume en el papel
de mi existencia símbolo de mi fe
desgajada
                              medida
                                                    tiempo que huye
dónde te encontrara si mis ojos
son un jardín de memorias en ruinas



Mi palabra es:
                           i) el laberinto mal trazado
                           ii) cantor en silencio que me asiste
                           iii) una oquedad latente


Cuando una piedra adquiere voz se torna pájaro
se abre su pluma como un abismo entre Dios
y los hombres eclosión de la pira
funeraria la dimensión del cuerpo ausencia
raíz ceguera indicando un camino
en el horizonte


Te veo a esta distancia elemental
y no te alcanzo pero percibo el milenario
esplendor tibia sustancia cae sobre tu espalda
¿he dicho ya espalda?


Espesa como el talle de los lirios
que crecen al filo de la tormenta


¿No vamos todos hacia el fuego?


Líneas que dibujan las orillas de tu cuerpo
fusta Caos que desboca magníficas especies
que transitan a la vera del río


Gota de sangre que cae
como lo hace la memoria sobre el proscrito




Tomado de De Menguante (Inédito 2012) Basilio Martínez